En ocasiones, ante un niño con una fuerte reacción emocional, podemos preguntarnos si se trata de una rabieta o es algo más complejo. En algunos casos podemos pensar que quizá el niño o niña se enfrenta a una situación más preocupante como puede ser una crisis de ansiedad. Por ello, trataremos de aclarar en qué consisten ambos términos para saber actuar en cada caso.
Para empezar hablaremos de qué es una rabieta. Una rabieta es una reacción emocional de tipo explosivo, puesto que alcanza una alta intensidad en un periodo breve de tiempo. En los niños y niñas suele ser la respuesta a una negativa por parte del adulto a algo que desea obtener. El hecho de no tener un papel protagonista en un juego o de no ser el centro de atención son también ejemplos de situaciones que la pueden desencadenar. En definitiva, una rabieta es una forma de expresar sus emociones negativas. Comportamientos típicos son los gritos, el llanto, pegar o tirarse al suelo.
Debemos tener en cuenta que, durante un período de la vida del niño, son naturales y forman parte del desarrollo normal. En concreto, suelen darse con mayor frecuencia entre los 2 y los 5 años de vida aproximadamente. Si se alargan en el tiempo puede que sean signo de factores como la impulsividad o la dificultad para controlar las propias emociones.
Hay que recordar que en estos casos el niño es consciente de la conducta que está realizando y que probablemente parará si logra lo que desea o bien, como es recomendable, si observa que no lo obtendrá actuando de esa forma.
Por su parte, la crisis de ansiedad tiene ciertos elementos en común con las rabietas. En primer lugar, ambas son episodios repentinos y suponen reacciones intensas. Sin embargo, la crisis de ansiedad lleva consigo signos físicos diferentes, tales como pueden ser taquicardia, sensación de ahogo, respiración entrecortada o acelerada, náuseas, escalofríos… A nivel emocional y cognitivo también hay algunos síntomas, aunque son menos frecuentes en niños y niñas. En algunos casos suelen experimentar sentimientos de miedo a sufrir un daño o incluso a morir o bien a volverse loco y también sensación de irrealidad.
Estas crisis vienen desencadenadas por situaciones de estrés o ansiedad. El cuerpo reacciona ante la ansiedad con la hiperventilación o respiración excesiva, es decir, el sistema respiratorio trabaja demasiado rápido causando una subida excesiva del nivel de oxígeno. Ésta es la causa del resto de síntomas físicos que, en conjunto, causan en el niño sentimientos de miedo. Éste miedo potencia las reacciones físicas y se inicia un círculo vicioso que en poco tiempo desemboca en la crisis de ansiedad. Como se desprende de esta descripción, la crisis de ansiedad alerta de que los niños o niñas están expuestos a alguna circunstancia que les provoca estrés o ansiedad. Son además un signo de alerta, sobre todo si se repite varias veces, más aún en un período corto de tiempo.
Con estos datos podemos diferenciar claramente entre estos dos fenómenos. Las rabietas pueden ser naturales en el desarrollo de los niños y niñas pero se les debe enseñar a emplear otras estrategias para expresar sus emociones negativas. Las crisis de ansiedad por su parte, pueden suponer un signo de alerta tras el que debemos preguntarnos qué situación puede estar afectando al niño y tratar de ponerle remedio de la forma oportuna.
Ante cualquier duda puede preguntarnos, contamos con especialistas que pueden trabajarlas